A Dios sea la gloria por siempre (VII). Judas 1:24-25

Descansando en Dios - En podcast af Francisco Atencio

307 - Jud 1:24-25 – A Dios sea la gloria por siempre (VII) Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.   Judas en contraste con sus advertencias para no caer en la apostasías, negar la fe, apartarse de los caminos de Dios, finaliza con una doxología, alabanza a Dios que produce consuelo y ánimo recordando a los creyentes la fidelidad y el poder de Dios. Resalta dos aspectos importantes que Jesucristo hará por los creyentes: Preservar nuestra salvación y presentarnos sin mancha delante de su trono glorioso.   1. Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída  (Jud 24a). Dios no solo está dispuesto para preservar al creyente sino que también es poderoso para guardarlos hasta el final. Afirma Fil 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Todo según el propósito de su voluntad (Ro 8:28 y Ef 1:9-11). Dios es perfectamente fiel, supremamente poderoso, y su amor es eterno por lo cual hará todo lo posible para que los llamados, sus hijos, no se alejen de la fe o no deserten del evangelio para volver al pecado. Al creyente le corresponde poner de su voluntad, para perseverar hasta el final, y ser salvo (Mt 24:13). Guardaros significa “preservar, vigilar” Dios es el único que nos puede guardar de la apostasía como enseña Jesucristo: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. (Jn 10:27-29). La garantía de la salvación está asegurada por Dios pero el creyente debe escuchar la voz de Jesucristo, la palabra de Dios, obececerla, y seguir a Jesucristo para no extraviarse del camino hacia la vida eterna. El creyente debe permanecer en Jesucristo para obtener la vida eterna como lo advierte Jesucristo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.” (Jn 15:5-6). Advierte el escritor a los Hebreos: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.” (He 10:35-39).   2. El Señor presentará a los santos. Jud 24b y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría. Para poder estar delante de la presencia de Dios es necesario estar sin mancha, sin falta, sin pecado. Es necesario estar sin mancha, en santidad para entrar a la ciudad celestial eterna, la Jerusalén celestial como advierte Ap 21:27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. En la eternidad: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Ap 21:4). Por lo tanto, seremos presentados con gran alegría. Esta alegría se refiere al gozo divino del Dios Padre y del Hijo Jesucristo como enseña Sof 3:17 Jehová está en medio de ti, poderoso, Él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. (Ap 22:3-5).   3. A Dios se la gloria por siempre. Jud 25 al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.