Bienaventurados los perdonados. Salmos 32:1-2
Descansando en Dios - En podcast af Francisco Atencio

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355 – Sal 32:1-2 - Bienaventurados los perdonados Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. El Salmo 32 fue clasificado por la iglesia primitiva como uno de los siete salmos penitenciales (Sal 6:1-10; 38:1-22; 51:1-19; 102:1-28; 130:1-8; 143:1-12). Entre estos, el Sal 32:1-11 y el Sal 51:1-19 se levantan como gigantes de la confesión, relacionados históricamente con la vida de David y especialmente con el episodio de David con Betsabé (2Sa 11:1-27; 12:1-31). El Sal 51 habría precedido al Sal 32. El sentido, la intención y el desarrollo general del Salmo 32 se pueden resumir como sigue: Las lecciones más importantes de la vida acerca del pecado, de la confesión y del perdón son compartidas por David mediante dos diferentes vías: 1) Recordar las lecciones (Sal 32:1-5), y 2) Enseñar las lecciones aprendidas (Sal 32:6-11). Este Salmo 32 describe las experiencias de un alma pasando de los dolores de la convicción del pecado a los gozos de la salvación al confesar, arrepentirse y apartarse del pecado. I. La necesidad de la salvación. 1. IMPLICACIÓN DEL PECADO. “Transgresión… pecado… iniquidad” (Sal 32:1-2). Tres palabras que describen tres fases diferentes de la culpa. Los que quieran contar con Dios tienen que afrontar la cuestión del pecado. Todos han pecado. Todos se han extraviado. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él [Cristo] el pecado de todos nosotros.” (Is 53:6). “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro 3:23). 2. DESCUBRIMIENTO DEL PECADO. “De día y de noche pesaba sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano” (Sal 32:4). David trató de guardar silencio, de ocultar el pecado, pero la pesada mano de Dios lo hizo gemir “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día” (Sal 32:3). Es cosa dura dar coces, golpes en contra la verdad conductora de Dios. El verdor del hombre natural pronto se seca al ocultar el pecado, pero cuando es confrontado de pecado, justicia y juicio por el Espiritu Santo viene el aliento del Espíritu de Dios que lo conduce a la convicción, reconocer y arrepentirde del pecado ante Dios. “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”(Pr 28:13). 3.CONFESIÓN DEL PECADO. “Mi pecado te declare, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (Sal 32:5). Ahora David y todo pecador ha entrado en la bienaventuranza de “aquel a quien es perdonada su transgresión, y cubierto su pecado” (Sal 32:1-2). La gracia perdonadora de Dios va al fondo, sacando toda doblez del espíritu (Sal 32:2). No solo perdonado, sino también renovado en el hombre interior. ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. (Miq 7:18-19). II. Las bienaventuranzas del salvo. Ellos son: 1. REFUGIADOS. “Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás.” (Sal 32:7). Al confesar y apartarnos del pecado Dios mismo se torna en nuestro refugio y escondedero. Escondidos de las necias y envenenadas lenguas de los hombres, y del día de su ira, en contra de toda impiedad, vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 2. ENSEÑADOS. “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar” (Sal 32:8). Los perdonados serán todos enseñados por Dios, que enseña salvación de los caminos del error, y para provecho, tanto para esta vida como para la venidera. Tenemos la unción del Santo, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe (1Jn 2:27). 3. CONDUCIDOS. “Sobre ti fijaré mis ojos.”