Declaración de confianza. Salmos 31:1-2

Descansando en Dios - En podcast af Francisco Atencio

354 – Sal 31:1-2 – Declaración de confiaza. En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme.   La vida bendita, piadosa se puede vivir en medio de “redes”, “vanidades ilusorias” y “labios mentirosos”. Es en circunstancias así que podemos mejor gustar la gracia salvadora de Dios. El salmista hace dos profundas declaraciones de confianza: En tus manos encomiendo mi espíritu (Sal 31:5) y en tus manos están mis tiempos (Sal 31:15) han estado en la boca de los creyentes desde Jesús en la cruz  (Lc 23:46) y Esteban (Hch 7:59) hasta los mártires de nuestro tiempo. Los testimonios del salmista celebran apasionadamente la suficiencia de Dios.Tratemos de captar algunas de las características de la vida de la fe revelada en este cántico. En ella hay:   I. Confianza. “En ti, oh Jehová, he confiado” (Sal 31:1). La vida bendita, piadosa debe tener su fuente en Dios, que es bendito por la eternidad. No comenzamos a vivir hasta que confiamos en Él (Jn 3:36). Recibir por la fe al dador de la vida. Cristo, es recibir la potestad de ser hechos hijos de Dios (Jn 1:12). II. Consagración.  “En tus manos encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad” (Sal 31:5). El espíritu redimido debe estar totalmente entregado al Redentor, Jesucristo. “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1Co 6:20). La vida de la fe es una vida de rendición continua y sin reservas a la voluntad de Dios. La abnegación dentro de la voluntad de Dios es algo muy diferente de la abnegación fuera de esta voluntad. ”Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” (Ro 6:22) III. Confesión. “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia;… se agotan mis fuerzas a causa de mi aflicción… He sido olvidado… como un muerto; he venido a ser como un vaso echado a perder” (Sal 31:9-12). No es cosa nueva para nadie el sentir nada más que debilidad e indignidad, después de haberse entregado solemne y cordialmente a Dios. ¡Puede ser muy triste descubrir que, en lugar de fuerza y plenitud, ha sobrevenido la consciencia de que solo somos como muertos, y como vasos echados a perder!  Pero éstas son las primeras evidencias de que la consagración ha sido real y eficaz,  una conversión genuina. Crucificados con Cristo, teniendo un corazón quebrantado y contrito. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gá 5:24) IV. Petición. “En tu mano están mis tiempos; líbrame… Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo” (Sal 31:15-16). Habiendo encomendado su espíritu y sus “tiempos” en manos de Dios, ahora ruega el resplandor de su rostro. Dios exige una perfecta rectitud de corazón, en confesión y en oración. El resplandor de SU ROSTRO es el perfecto remedio para aquellos que están olvidados como muertos (Sal 31:12). El anhelo de cada corazón santo es por la “luz de su rostro” (Sal 4:6). “Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz.” (Sal 36:9). “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” (Dn 12:3). V. Adoración. “¡Cuán grande es tu bondad!” (Sal 31:19). Aquellos que están consagrados a Dios encontraran la satisfacción de su alma en la bondad de Dios. Un fruto de la fe es la adoración. La bondad de Dios en su Hijo Jesucristo es tan grande que debemos admirar y adorar. “Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres.” (Sal 126:2-3) VI. Alabanza. “Bendito sea Jehová, porque ha hecho admirable su misericordia para conmigo” (Sal 31