El creyente y la muerte - Filipenses 1:21

Descansando en Dios - En podcast af Francisco Atencio

261 – Fil 1:21 - El creyente y la muerte Porque para mí el vivir es Cristo, y morir es ganancia.   La muerte es una realidad para todos los seres humanos como enseña He 9:27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. Cuando la Biblia habla de la muerte, se refiere a la física, no a la del alma. El cuerpo puede morir, pero el alma, el principio de vida del hombre, vive  como enseña Jesucristo en Mt 10:28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. 1. Definición y resultado de la muerte. La muerte puede definirse como el final físico de la vida por la separación del alma y el cuerpo como enseña Ec 12:7 “el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”. Como el cuerpo está compuesto de los elementos del polvo, al morir regresa al polvo (Gn 3:19; Ec 12:7). La muerte física es el resultado del pecado. La muerte se extendió a toda la humanidad por el pecado de Adán en el huerto; nadie está exento (Ro 5:12). La muerte es la “paga” del pecado (Ro 6:23; 1Co 15:56). Sin embargo, la muerte no debe entenderse como aniquilación. La vida continúa tanto para el creyente como para el incrédulo después de su muerte física. Lucas 16:19-31 describe gráficamente que la existencia de Lázaro, el pobre mendigo, continúa en la bendición eterna descrita como “el seno de Abraham”, el paraíso (Lc 16:22), mientras el rico estaba eternamente atormentado en el Hades (Lc 16:23). Para el creyente, la muerte quiere decir “estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2Co 5:8). Pablo deseaba la muerte para “estar con Cristo” (Fil 1:23).   2. Para el creyente la muerte es ganancia. Pablo no le temía a la muerte. Si vivía, quería decir vivir en comunión y al servicio de Cristo; si moría, era ventajoso. Hizo la impresionante declaración “Porque para mí el vivir es Cristo, y morir es ganancia” (Fil 1:21). El apostol Pablo afirma con seguridad: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Ro 8:38-39). En la muerte había una relación continua con Cristo. La vida en Cristo no puede ser destruida por la muerte, más bien, se enriquece e incrementa con la muerte”.   3. Jesús anuló el poder de Satanás sobre la muerte. Jesús, con su muerte y resurrección, destruyó el poder de la muerte. Por la encarnación, se hizo humano, murió para expiar los pecados del mundo y gracias a ello conquistó al adversario, quien tenía el poder sobre la muerte. Enseña He 2:14 él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. El término traducido “destruir” quiere decir “hacer inoperante, anular, desactivar o hacer inefectivo, hacer tan impotente como si no existiera”.  Quienes estaban esclavizados por el miedo a la muerte ahora están libres (He 2:15). Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Jn 11:25-26).   4. Jesús conquistó a la muerte. Con su muerte y resurrección, Cristo conquistó a la muerte (1Co 15:25-26). Las Escrituras dicen que la muerte será abolida, es decir, que Él acabará con la muerte. No existirá más. Por medio de la victoria de Cristo los creyentes se hicieron inmortales (1Co 15:53). Esa verdad se consumará cuando los creyentes reciban sus cuerpos glorificados. Entonces se cumplirá la profecía de Isaías: “Destruirá a la muerte para siempre” (Is 25:8; 1Co 15:54). La muerte tenía poder por el pecado, pero Cristo conquistó el pecado y, por medio del pecado, la muerte. De ahí que exclama Pablo “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”