La gracia salvadora (IV). Hebreos 2:9
Descansando en Dios - En podcast af Francisco Atencio

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311 - He 2:9 - La gracia salvadora (IV). Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Jesucristo es el único, real y perfecto Salvador. Oramos para que aquellos que aún no han recibido a Jesucristo puedan reconocerle como su Señor y Salvador. Solo hay un Salvador. Es Jesucristo. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch 4:12). ¿Cómo sabemos que, en efecto, Jesucristo es el único y perfecto Salvador? ¿Por qué deberíamos creerlo? ¿Qué lo califica? La respuesta completa está en Hebreos 2:9-18. 1. Cristo nacido para morir. He 2:9a Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte. Por un tiempo, Cristo fue hecho un poco menor que los ángeles, de forma tal que pudiera hacerse hombre. Se hizo hombre para poder morir, vino a morir porque su muerte y nada más que su muerte podía lograr la salvación del hombre. Jesucristo de esa manera logró cinco cosas. Por medio de su muerte, Jesucristo se hizo nuestro sustituto, el autor de nuestra salvación, nuestro santificador, nuestro conquistador de Satanás y quien se compadece de nosotros: el Salvador perfecto. 2. Cristo nuestro sustituto. He 2:9b para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Jesucristo Murió en su lugar y en el mío; se hizo nuestro sustituto. Por el plan determinado y el conocimiento previo divino según Hch 2:23 a éste [Cristo], entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole. Jesucristo afirmó: “Nadie me [quita mi vida], sino que yo de mí mismo la pongo” (Jn 10:18). En Jn 10:17-18 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. El amor del Hijo era uno con el amor del Padre. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4:10). 3. Cristo el autor de nuestra salvación. He 2:10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Lo que le convenía al Padre también era conveniente para el Hijo. La humillación que Cristo sufrió por la salvación del hombre era consecuente con su amorosa naturaleza de gracia. Para la mayoría de las personas, la vida se hace más angustiosa y espantosa en el momento de la muerte. Ese es el punto en el cual no podemos avanzar ni un solo paso por nuestra cuenta. Pero el autor de la salvación nos promete lo siguiente: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Jn 14:19). Cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, podemos decir con el apóstol Pablo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1Co 15:55). Jesucristo Cristo, como el autor de la salvación por su gracia, iluminó, abrió el camino nuevo y vivo de la fe para pasar de la muerte a la resurrección. Dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Jn 11:25-26). 4. Cristo es nuestro santificador. Además de convertirse en nuestro sustituto y el autor de nuestra salvación, se hizo nuestro santificador, Aquel que nos hace santos como enseña He 2:11-13 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré.