Salvo y satisfecho. Salmos 40:1-2

Descansando en Dios - En podcast af Francisco Atencio

363 – Sal 40:1-2 – Salvo y satisfecho. Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.   Éste es el testimonio de un hombre que conocía por experiencia la bendición o dicha de que aquí se habla. Hay dos condiciones a las que se hace referencia: en el pozo, y sobre la roca; la posición del perdido en el pozo de la deseperación, y la posición del salvo sobre la roca. Los primeros versículos de este Salmo tan conocido nos dan las experiencias de un alma pasando de las tinieblas a la luz; de las miserias de una condición de perdición a los gozos de una plena salvación. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,  para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1Pe 2:9). I. Angustiado. El salmista estaba en “un pozo horrible” y “lodo cenagoso” (Sal 40:2). Nuestros pecados son las cuerdas mediante las que fuimos bajados a la terrible tiniebla para hundirnos en la ciénaga. Es terrible el despertar cuando uno descubre que ésta es su condición. Los dolores del infierno se apoderan del pecador. II. Oído. “Se inclinó hacia mí, y escuchó mi clamor” (Sal 40:1). ¡Qué misericordia que este hoyo no sea sin fondo, y que el oído lleno de gracia de Dios sigue estando atento. Jonás clamó desde el vientre del Seol, y fue oído. “y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste.”  (Jon 2:2).  Oramos por nuestro país como Daniel oraba por Jerusalen y esperamos en tu salvación Dios nuestro: “Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.” (Dn 9:18-19). III. Salvado. “Me extrajo: Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso” (Sal 40:2a). Su brazo no se ha acortado que no pueda salvar; es lo suficientemente largo y fuerte para levantar al pecador arrepentido, “extrayéndolo” del pozo de los horrores y de la ciénaga traicionera. Otros pueden divertir y distraer al alma encarcelada, pero solo Dios puede sacarla de allí. Jesucristo citando Is 61:1-2 dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos,Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.” (Lc 4:18-19). IV. Consolidado. “Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” (Sal 40:2b). Es una poderosa liberación, desde el inconsistente lodo cenagoso de nuestros propios pensamientos a la roca de la eterna verdad de Dios, y llegar a tener nuestros caminos de tal manera consolidados que seamos guardados de recaer a nuestra anterior condición. Jehová es tu guardador. V. Alegrado. “Puso luego en mi boca cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios” (Sal 40:3). Este nuevo cántico pertenece a la nueva vida de la fe. Los que han nacido de nuevo “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2Co 5:17). Es un cántico de alabanza al Cordero que es digno, porque Él fue inmolado y nos ha redimido para Dios con su sangre (Ap 5:9). Él pone este cántico solo en las bocas de aquellos cuyos pies Él ha establecido sobre la roca. “El [Dios] es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en Él; es justo y recto.” (Dt 32:4) VI. Usado. “Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová” (Sal 40:3). El cambio es tan grande que muchos