Tu trono, oh Dios, es eterno. Salmos 45:1-2
Descansando en Dios - En podcast af Francisco Atencio

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367 – Sal 45:1-2 – Tu trono, oh Dios, es eterno. Rebosa mi corazón palabra buena; Dirijo al rey mi canto; Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero. Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derramó en tus labios; Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre. A este salmo se le llama "mesiánico" porque describe proféticamente la futura relación del Mesías con la Iglesia, la novia de Cristo. El Rey al que se hace referencia aquí, que es “Dios’ (Sal 45:6), y cuyo trono es “eterno y para siempre” no puede ser otro que el Mesías, Cristo. El corazón del escritor está tan lleno de las riquezas de una visión tan alentadora para el alma que se derrama como una olla hirviendo (Sal 45:1). Una visión clara y hermosa del alma de las glorias de Cristo, y de su novia, la Iglesia, es la mejor preparación para un testimonio poderoso. Los apóstoles llenos del Espíritu Santo fueron intimados para que no predicasen de Cristo respondieron “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” (Hch 4:19-20). I. Su hermosura. “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios” (Sal 45:2). Él es señalado entre diez mil, en la tierra y en el cielo. Su boca es de lo más dulce, por la gracia que ha sido derramada en sus labios. Jamás hombre alguno habló como este Hombre. Él es el más hermoso de los hijos de los hombres, por cuanto Él es la imagen del Padre celestial, Jesucristo, lleno de gracia y de verdad. (Jn 1:14). II. Su espada. “Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, con tu gloria y con tu majestad.” (Sal 45:3). La hermosura y el poder están unidos en la persona de Cristo. En sus labios, la gracia; sobre su muslo, una espada. Durante estos días de gracia y salvación, la espada está sobre el muslo de Aquel que es poderoso; pero vendrá el día en que estará en su mano, y se manifestará “en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2Ts 1:8-9). III. Su causa. “Por la causa de la verdad, de la humildad y de la justicia” (Sal 45:4). Cristo, al vindicar la verdad, la mansedumbre y la justicia, revindica su propio carácter y nuestra necesidad. Él es la verdad. Él es manso y humilde de corazón. (Mt 11:29). Él es Jehová nuestra Justicia. Amar la verdad, poseer un espíritu manso y actuar con rectitud es estar en armonía con su voluntad, alineados con su propósito, y en semejanza con su carácter. IV. Sus saetas. “Agudas son tus saetas… haciendo desmayar el corazón de los enemigos del rey” (Sal 45:5). El Rey conoce a sus enemigos. Sus saetas son aguzadas, y van directas al corazón, donde anidan la enemistad y el engaño. Cortan tan profundamente que ningún remedio terrenal puede sanar la herida. El apóstol Pedro predicaba a los presentes la palabra de Dios y “Al oír esto, se compungieron [fueron traspazados] de corazón,” (Hch 2:37). Estas saetas son tan veloces como la luz, tan rectas como la verdad, y tan infalibles como la sabiduría de Dios. Saetas que alcanzarán cada corazón enemistado con el Rey. V. Su trono y su cetro. “Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre: cetro de equidad es el cetro de tu reino” (Sal 45:6). Su trono es símbolo de dignidad eterna, y su cetro, de justicia eterna. “Has amado la justicia y aborrecido la maldad” (Sal 45:7). Éste es Aquel que “por nosotros fue hecho pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en Él” (2Co 5:21). Por ello Dios le ungió con el óleo de alegría más que a sus compañeros. Él verá del fruto del trabajo de su alma, y quedará satisfecho. (Is 53:11). VI. Sus vestidos. “Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; desde palacios de marfil” (Sal 45:8). Todas las doctrinas de su Palabra son como sus vestidos de grato olor, que hablan de la plenitud