SAN FRANCISCO SOLANO: “Siga sirviendo a nuestro Señor y verá la vida eterna”

DICHO EN EL PERÚ - En podcast af Luis Enrique Cam

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La reforma protestante en el siglo XVI provocó una revolución en la Iglesia Católica en los modos de vivir la fe y el culto, así, el arte manifestó su mayor brillantez y magia al servicio de la contrarreforma. La pintura alcanzó un gran esplendor con la representación de la pasión de Cristo, los dogmas marianos y los santos. El perfeccionamiento de la música polifónica encendió en los fieles católicos la búsqueda por apreciar y preservar la belleza dentro del acto litúrgico. El recién fundado Virreinato del Perú sentiría también la llegada de estas nuevas formas de cristianización.  En medio de este nuevo clima de amor por el arte y la belleza, se escucharía el primer llanto de un insigne bebé: San Francisco Solano. Nació en marzo de 1549 en Montilla, una pequeña ciudad en la provincia de Córdoba, en Andalucía. Montilla sería años después, la residencia del Inca Garcilaso de la Vega, quien en esta urbe empezaría a escribir los conocidos Comentarios Reales de los Incas. Francisco Solano creció en un hogar de antigua hidalguía. Sus padres, don Mateo Sánchez Solano y doña Ana Jiménez eran gente principal y honrada, de linaje de los mejores de esta villa. Naturalmente, como buenos padres, deseaban que sus hijos mantuvieran su escala social y acrecentasen las riquezas familiares.

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